viernes, 3 de diciembre de 2010

DELFINES




Los delfines parecen tener una extraña afinidad con los seres humanos. Es frecuente verlos acercarse a las embarcaciones realizando vistosas piruetas en la proa de las mismas. Muchas veces este acercamiento resulta muy costoso  para estos amistosos cetáceos ya que suelen ser víctimas de las redes de los barcos pesqueros. Según los estudios realizados por la bióloga marina Karen Pryor de Hawai estos acercamientos han cambiado en los últimos años. En un principio parece ser que los delfines pueden distinguir entre los barcos de pesca y los de investigación científica incluso cuando estos últimos sean pesqueros reformados ante los que se comportan con total libertad. Pero tan pronto se acerca a la zona un buque de pesca toman todas las precauciones, es decir: evitan los saltos fuera del agua y el vapor de sus respiraciones sobresale menos sobre la superficie del agua. Esto no significa que no se acerquen a los barcos de pesca. Lo hacen pero siempre por la banda de estribor (derecha) y evitan como peste situarse a babor (izquierda). Parece ser que se dieron cuenta de que las redes son recogidas por las poleas que están a babor del buque, mientras que del otro lado no se exponen a ningún riesgo.
 
Por último, no menos sorprendente resulta el hecho de que los delfines del Pacífico al quedar encerrados en una red mientras se intenta capturar atunes, permanecen nadando tranquilamente en la superficie y en el centro de la red en espera del momento en que el barco da marcha atrás para iniciar la recogida de la red. En esos momentos el borde superior de la red, en las proximidades de la borda del barco, se hunde durante unos pocos segundos, tiempo que los delfines aprovechan para nadar en fila india saliendo de la mortal trampa por ese hueco. El problema insalvable lo encuentran en la pesca nocturna donde los delfines no pueden encontrar el hueco y quedan atrapados.

Si bien los delfines son los campeones de saltos en el mar son incapaces de saltar para escapar a las redes de pesca flotantes. Se cree que estos animales saltan fuera del agua como una expresión de alegría o como un juego pero son incapaces de utilizar estos saltos para escapar de las redes a menos que se los entrene para ello. Esto incluso les sucede a las orcas que son fácilmente atrapadas con la simple utilización de la red de superficie. Esto hace que los delfines mueran accidentalmente cuando desde un barco tratan de pescar el cardumen de peces del cual los delfines se estaban alimentando o bien cuando se pesca sobre un cardumen de atunes a los que los delfines suelen seguir desde la superficie. Esta pesca no sería tan accidental ya que el barco que está realizando la maniobra puede ver a los delfines y podría, de querer hacerlo, formar un seno en la red para que los delfines escapen pero, como esto permitiría escapar a parte de la pesca, no lo hacen. En Argentina se calculan en 400 los delfines muertos anualmente por las redes de pescadores. Muchas pesqueras del mundo llegaron a un acuerdo con organismos ecologistas quienes ponen a bordo de sus barcos inspectores que se aseguran que se deje escapar a los delfines de las redes, sus productos se distinguen .
La visibilidad bajo el agua suele estar limitada, sobretodo cuando el agua está sucia. Es por eso que los animales acuáticos deberán "ver" de otra manera. Mientras que los peces podrán percibir las vibraciones producidas en la masa de agua, los delfines se han especializado en poder guiarse y captar presas por medio de la ecolocalización. Este sistema se basa en provocar un sonido que, partiendo del animal y viajando a una gran velocidad (el agua conduce el sonido entre 4 y 5 veces más rápido que el aire) rebote en el objeto a detectar y vuelva al delfín brindándole información sobre dicho objeto. Los delfines producen el sonido en una complicada tubería ubicada  debajo del espiráculo (orificio por el que respiran) y el sonido atraviesa la frente del delfín a través de un órgano graso conocido como "melón" que proyecta el sonido hacia adelante. Al regresar, el sonido es captado por los dientes de la mandíbula inferior  que absorben las vibraciones sonoras y las transfieren al hueso mandibular de donde viajan al oído medio por un canal de tejido graso. Estos animales pueden ubicar, por sonido, objetos del tamaño de una pelota de tenis a 120 metros de distancia y encontrar objetos a poca distancia del tamaño de un perdigón de escopeta. Esta increíble capacidad se debe a que el cerebro del delfín emite unas 700 señales sonoras por segundo, mientras que el cerebro humano tiene una capacidad analítica de sólo 20 o 30 señales por segundo. Es por eso que al bucear con delfines el oído humano capta una serie de chasquidos y cliks que en su conjunto suenan como una bisagra oxidada. Sin embargo el delfín puede distinguir las pequeñas variaciones de la señal obteniendo datos muy importantes para el animal. Un delfín puede distinguir entre un plato de cobre y otro de aluminio aunque estén pintados del mismo color y puede distinguir entre un tubo hueco de uno sólido. Estos datos sobre la consistencia de los objetos son muy importantes al momento de hincar el diente. Los delfines también pueden emplear este sonido para aturdir a sus presas o asustarlas haciendo que un cardumen permanezca compacto lo que facilita su accionar. Se cree que éste sonido es también la base de un sofisticado sistema de comunicación.